En una casa perdida en lo alto de la montaña había una vieja ventana. Me acerqué y descrubrí que más allá de sus cristales las nubes ya no eran blancas, se habían vuelto multicolores; la luna salía de día y el sol brillaba en la noche. La aguja horaria del reloj avanzaba a velocidad de secundero, el minutero a velocidad de aguja horaria, y el secundero contaba días de 50 horas. África estaba en el norte, América se había dado la vuelta, Europa en el Polo sur y el caluroso caribe se instalaba en el Polo norte. Los pingüinos corrían por el desierto y los camellos hibernaban junto a los iglús de una tribu massai. Los seres humanos eran todos de color verde y se confundían entre el espeso follaje de bosques y selvas. Las balas de los cañones eran de chocolate y los uniformes militares eran disfraces de carnaval. La palabra hambre se perdió por desuso y el termino odio la acompañó al olvido.
Bonito paisaje se ve desde esa ventana, pequeñita y discreta... Fantástico mundo al revés que me hace pensar, si no será verdad que el auténtico mundo al revés es el que se encuentra bajo mis pies.
domingo, 28 de enero de 2007
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